Política
Salud privatizada

VIDEO | El chorro con guardapolvo blanco: Jalil funde hospitales y se forra con clínicas propias

Mientras el sistema público de salud se cae a pedazos, el gobernador Raúl Jalil se asegura de llenar sus bolsillos con plata de los trabajadores.

Catamarca no tiene gobernador. Tiene CEO. Raúl Jalil no gobierna: gerencia. Y su empresa es la provincia entera.

Mientras los hospitales públicos se inundan, los médicos renuncian en masa y los quirófanos se apagan por falta de insumos, Jalil sonríe en la comodidad de sus clínicas privadas de última generación. Todo, claro, financiado con el descuento directo al salario miserable de los docentes más pobres del país.

Con una firma, la suya, convirtió a cada empleado público en cliente cautivo. Porque si querés atención médica en Catamarca, tenés dos opciones: rezar en un hospital estatal abandonado o pagarle al mismo tipo que lo fundió. Sí, Jalil hizo mierda la salud pública para que su negocio privado florezca. Un monopolio disfrazado de gestión.

El colmo del cinismo llegó con un DNU. Modificó la ley a medida para meterle la mano en el bolsillo a los trabajadores y redirigir esos aportes a su Obra Social de los Empleados Públicos (OSEP). ¿Quién aparece en la cartilla? Exacto: sus sanatorios de bandera.

Y si necesitás medicamentos, la única opción (porque se encargó de que no haya otra) es la Red Colón, su cadena de farmacias con 25 sucursales que ni Farmacity pudo pisar.

El desfalco está documentado. Un docente que cobraba 72.000 pesos, tras los descuentos de Jalil, se fue a 51.000 pesos. ¿Y el aporte a la salud? De 3.900 a 22.000 pesos.

¿A cambio de qué? De hospitales con carteles que dicen “Ya vuelvo”, quirófanos sin prótesis, ambulancias sin nafta y médicos que renuncian porque no pueden garantizar la vida de sus pacientes. Pero eso sí: las clínicas del gobernador tienen todo. Porque todo es de él.

¿Quién investiga? Nadie. ¿Por qué? Porque también formateó a la Justicia. Porque en Catamarca, Jalil es juez, parte y proveedor. Es el tipo que cobra para atenderte mientras te enferma. El que destruye el hospital para que termines en su sanatorio. El que impide el acceso a medicamentos si no es a través de su farmacia.

Ya no es sólo corrupción. Es sadismo empresarial. Es usar al Estado como botín y a la gente como insumo. Es un gobernador convertido en prestador de servicios que se autoelije como único competidor. Un empresario disfrazado de funcionario, con la perversidad de hacer negocio con el dolor ajeno.

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